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La Iglesia en tiempos de Coronavirus

  • Foto del escritor: Romina Acuña
    Romina Acuña
  • 25 mar 2020
  • 2 Min. de lectura

La mayoría de los países ha dado como normativa el aislamiento social. Con reuniones suspendidas hasta nuevo aviso, la Iglesia está utilizando los medios digitales para llevar el mensaje a pesar de las distancias.



Vivimos en tiempos que nos hacen reflexionar acerca de lo que es verdadero, aquello que vale el esfuerzo mantener, comenzamos a priorizar ciertas cosas como importantes sobre otras, haciéndonos caer en la cuenta de que no deberíamos haber olvidado en quién confiamos.


Lamentablemente tenemos tendencia a olvidarlo, no porque lo hagamos deliberadamente, sino porque dejamos que otras cosas nublen nuestro juicio sin que nos demos cuenta. Como Iglesia, hemos pensado en cómo debemos actuar, qué es lo que hubiera hecho Jesús, y realmente eso es muy bueno. Pero nos olvidamos de nuestra esencia. Evidencia de ello es el temor que nos invade en lo desconocido, las circunstancias que nos distraen del objetivo nos hacen olvidarnos de sus promesas. No es cuestión de las situaciones que nos rodean, sino de cuan bien fundamentada está nuestra fe.


Esta mañana me levanté entre soñando esta Palabra: “en ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12), Sin duda el libro de los Hechos es fascinante, nos muestra el contexto complicado en el cual la Iglesia estaba viviendo, eran perseguidos por su fe en Jesucristo, quien recientemente había sido crucificado y resucitado. Con la fe de los apóstoles, puesta en que Jesús es el Hijo de Dios, no dejaba otro resultado más que los evidenciados en el capítulo 4 de este libro: hablaban con denuedo la Palabra del Señor, eran sanos, no había necesitados entre ellos porque tenían todas las cosas en común, y algo que me llama la atención de todo esto es que el temor no era motivo para quedarse sin demostrar quién era el Dios en el que confiaban.

¿Acaso no tienen miedo de morir? ¿Acaso no ven que tendrán consecuencias por vivir esta fe que predicamos?

Como Iglesia, como hijos de Dios, estas situaciones que nos rodean, que no son más que leves tribulaciones pasajeras, deben producir en nosotros, un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Cristo en nosotros es esperanza de gloria, es decir, que no podemos esperar otra cosa, más que la gloria de Cristo se manifieste en Su Iglesia. Aquí encontramos las repuestas a preguntas como: ¿Acaso no tienen miedo de morir? ¿Acaso no ven que tendrán consecuencias por vivir esta fe que predicamos?

Nombraré sólo algunas de las innumerables veces, en el que en las Escrituras, hallamos expresiones en medio de situaciones desesperantes:


Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar. Salmos 46:2


El Señor es mi luz y mi salvación, ¿De quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿De quién he de atemorizarme? Salmos 27:1

En ningún otro hay salvación

Tenemos que recordar constantemente que en ningún otro hay salvación, por eso, no importa si estamos en un país más desarrollado que otro, si tenemos más o menos recursos, si tenemos más o menos posibilidades que otras de enfermarnos, etc. Realmente nuestro foco debe ser que en ningún otro hallaremos salvación. Iglesia, Él es nuestra esencia y en base a ella funcionamos. Nos conocerán por nuestros frutos, es verdad, pero no olvidemos que la esencia de esos frutos es Cristo mismo, el único en el cual hallaremos salvación.


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