El desafío de comunicar lo invisible en la era del ver
- Romina Acuña
- 18 feb 2019
- 3 Min. de lectura
Estamos ante una generación que no espera, cada vez tiene menos paciencia, y es muy selectiva. Aún así, estamos equipados con todas las herramientas necesarias para difundir el Evangelio, seamos sabios al emplearlas.
Hace un tiempo, tuve la oportunidad de leer el trabajo de un autor que analizaba los efectos de la televisión en la generación que la vio nacer. Luego de su análisis, Sartori concluía que los niños que fueran expuestos por mucho tiempo a la televisión, sufrirían "atrofia" en la capacidad de adquirir nuevos conocimientos para comprender conceptos abstractos como la libertad, o los derechos, entre otros. Sartori concluía que en “la era del ver, lo que no se ve, no existe”.
Su punto de vista me pareció muy interesante, y hasta cierto punto, verdadero. Los tipos de contenidos que más se comparten y llaman la atención son las imágenes y los videos. Como vimos en el post anterior, la gente cada vez lee menos, y selecciona lo que le interesa. Está comprobado que las páginas web que tardan más de tres segundos en cargar se abandonan y, con cada vez más frecuencia, no se vuelven a visitar.
El guiarnos solamente por lo vemos atenta contra el desarrollo de nuestra fe, la cual es la certeza de esperar lo que todavía no se ve.
Estamos ante una generación que no espera, cada vez tiene menos paciencia, y es muy selectiva. Lo que se detienen a ver es aquello que seleccionan en sólo un vistazo, y es todo lo que obtendremos sino llamamos la atención con los contenidos de nuestros canales de comunicación. Vale aclarar que no buscamos llamar la atención por lo que podemos hacer, sino para que el mensaje que tenemos que transmitir llegue a quienes lo están necesitando.
Estos cambios abrumadores también pueden alterar nuestra capacidad de investigar, meditar en la Palabra, la cual necesita detenimiento y quietud. Todo esto me hizo reflexionar no sólo acerca de la importancia de tomarnos un tiempo, sino también en cómo hacemos visible lo que es invisible, no hablamos de conceptos abstractos, sino del Espíritu mismo. Y aquí volvemos a la esencia, al principio: por los frutos nos conocerán.Y ¿Cómo serán visibles nuestros frutos sino alimentamos nuestro espíritu?
¿Cómo hacemos visible lo que es invisible? Volvamos a la esencia, al principio: por nuestros frutos nos conocerán.
En los tiempos de Jesús eso es lo que funcionó y créanme, aún funciona. Las redes sociales suelen asociarse con la superficialidad y lo que es verdadero resalta, aunque no siempre la reacción sean aplausos o reconocimientos. Es entonces que deben conocernos por quienes somos (hijos de Dios), porque lo que hacemos forma parte de los frutos que dan testimonio de esa realidad. No debemos comunicar algo que no somos, si lo hacemos no estamos siendo honestos, lo cual para una empresa con fines de lucro es “esperable”, pero en el caso de la Iglesia que representa a Cristo, este tipo de comportamiento no debería tener lugar. En esta época, estamos equipados con todas las herramientas necesarias para difundir el Evangelio, seamos sabios al emplearlas.
Si somos lo que decimos de por sí tenemos que brillar, es una gran ventaja en el mar de información que existe y es la herramienta de “marketing” más eficaz con la que cuenta la Iglesia.
En nuestro caso, los canales de comunicación son, y deberían seguir siendo, un soporte para mostrar lo que Dios está haciendo en y a través de la Iglesia. Es así que al reenfocarnos veremos a nuestros canales de comunicación como lo que deben ser para nosotros: un medio de difusión de la genuina Palabra de Dios y que no cumplen con una función propagandística.
Esta es la era del ver y nuestro desafío es manifestar quienes somos: hijos de Dios. Tenemos la responsabilidad de representar a Dios en la Tierra, para que lo esencial sea visible a los ojos.
Nos leemos en el próximo post!
Romina Acuña
Lic. en Comunicación
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